Los métodos analizados vuelven a reanudarse en las últimas décadas del s. XIX, pero ya no entre los tradicionales métodos deductivo e inductivo, sino en métodos psicológico y matemático (institucionalismo y el estadístico).
Ambos giran sobre el concepto de utilidad marginal y constituyen una abstracción renovada del método neoclásico anterior. Sus bases son:
Un Canon metodológico, la ciencia tiende a la generalización y mediante el cual todo sujeto ordena su comportamiento con el fin de conseguir la mayor satisfacción posible.
Se caracteriza por su validez universal y necesaria.
El hecho de que el razonamiento económico es algo que más que los problemas que implica la organización de la riqueza trasciende las ideas.
El Segundo enfoque mencionado – el institucionalismo - reacciona contra la metodología anterior, pues se dirige hacia lo concreto, intentando prolongar hasta cierto punto la escuela histórica, pero con los añadidos de la sociología – cualitativa y estadística -. Se caracteriza de la siguiente forma:
Cuestiona el carácter abstracto de la economía;
Supone que la sociedad, junto a las instituciones que la integran; puede cambiar el comportamiento fisiológico de las personas;
Promueve la observación directa;
Impugna la ficción del “homo economicus”;
Analiza las reacciones individuales frente a las instituciones.
La segunda orientación del institucionalismo (con Mitchell) concede gran valor al método estadístico, es escéptica en cuanto a los principios aceptados como válidos en la época, otorga suma relevancia al análisis de las instituciones.
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