martes, 9 de septiembre de 2008

Crítica a las Expectativas Racionales

El mecanismo de formación de expectativas, esto es, el de expectativas adaptativas, ha recibido diversas críticas. Así por una parte, se ha señalado que no incorpora la posibilidad de aprendizaje por parte de los agentes, que tenderían a cometer siempre los mismos errores (al ser constante el parámetro).

Por otra parte, los agentes que forman expectativas a cerca de una variable podrían considerar otros factores distintos de los valores pasados de dicha variable; por ejemplo, a la hora de establecer las expectativas de inflación de períodos anteriores, el comportamiento esperado de las autoridades, o su conocimiento sobre el funcionamiento de los mercado. En respuesta a esas críticas surge la hipótesis de las expectativas racionales.

Fue definida originalmente por John Muth en 1961 y se basa en la racionalidad de los agentes económicos. Según esta hipótesis el valor esperado de una variable coincidirá con la esperanza matemática de dicha variable, condicionada a toda la información (tanto teórica como empírica) de que disponen los agentes en el momento de formar sus expectativas.

Considera la posibilidad de que los agentes posean información imperfecta o incompleta, lo cual no impide, que los errores que comentan sean puramente aleatorios y los corrijan inmediatamente.


Esta hipótesis fue aplicada por primera vez a un modelo macroeconómico por Robert Lucas en 1972 y cuando se combina con la hipótesis de la tasa natural, se obtienen los dos principios fundamentales de la Nueva Macroeconomía Clásica.

Es ésta una escuela de pensamiento macroeconómico que surge en los años 70’s y cuyo objetivo fue constituirse en una alternativa global a la aportación keynesiana a partir de una revitalización del pensamiento macroeconómico clásico.

Los autores de la nueva macroeconomía clásica justifican esta relación desde una perspectiva microeconómica de la siguiente manera: Los agentes racionales individuales se encuentran dispersos en un gran número de mercados competitivos y su información es imperfecta, en el sentido de que no pueden distinguir entre variaciones del nivel general de precios y variaciones de los precios relativos, siendo estas últimas las que afectan a sus decisiones.

Entonces, ante una variación mayor de la esperada en el nivel general de precios, los agentes tenderán a pensar que lo que realmente ha aumentado es el precio relativo de los bienes que producen y ello les llevaría a aumentar la cantidad ofrecida.

Según la hipótesis de expectativas racionales el error en la formación de expectativas es meramente aleatoria, resulta que la tasa de desempleo no puede divergir de la natural de manera sistemática sino aleatoria; esto es, si los agentes reciben una sorpresa que les hace equivocarse en sus expectativas.

Y como la economía se encontrará siempre en su tasa natural de paro, que será compatible con cualquier tasa de inflación, obtenemos como conclusión que ya no existiría una relación de intercambio entre inflación y desempleo ni siquiera a corto plazo.

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